viernes, 27 de diciembre de 2013
miércoles, 31 de julio de 2013
sábado, 20 de julio de 2013
especial 50 entradas chistes de humor negro:
Un matrionio va circulando por la autopista a 100 km/h. El que conduce es el marido. Su mujer le mira y le dice:
- Cariño, ya sé que llevamos 15 años casados, pero quiero el divorcio.
El marido no dice nada pero acelera lentamente hasta 110 km/h. Entonces ella dice:
- No quiero que hablemos de arreglarlo ni nada parecido, porque estoy teniendo una aventura con tu mejor amigo... y es mucho mejor amante que tú.
De nuevo, el marido sigue en silencio mientras aprieta el volante con sus manos al tiempo que sigue acelerando. Ella dice:
- Quiero la casa.
El marido sube a 130 km/h. La mujer dice:
- También quiero los niños.
140 km/h. Ella dice:
- Quiero el coche, las cuentas bancarias y también todas las tarjetas de crédito.
El marido lentamente empieza a dirigirse contra el pilar de un puente que cruza por encima, cuando ella dice:
- ¿Hay algo que quieras tú?.
Y el marido dice:
- No, tengo todo lo que necesito aquí mismo.
Ella pregunta:
- ¿Y qué es?.
Justo antes de chocar contra el muro el marido contesta:
- ¡Tengo el airbag!.
NIÑA CIEGA
La mamá le dice a la niña ciega:
- Y si te vuelves a portar mal, te cambio los muebles de lugar.
ENFERMO
Un matrimonio va por la calle y se encuentran con un amigo que se dirige al marido:
- Hola, Paco. ¿Qué tal estás?
- Mal, Pedro, tengo un SIDA terrible. El médico me ha dado tres meses de vida.
El amigo se despide rápidamente y se va todo acongojado. La mujer le recrimina al marido:
- Pero, Paco. ¿Cómo le dices a la gente que tienes SIDA, si lo que tienes en realidad es cáncer de pulmón?
- Yo me voy a morir, pero contigo nadie se acuesta...
BUSH Y BIN LADEN
Estaba Bush en la Casa Blanca cuando suena el teléfono y habla Bin Laden:
- Tengo dos noticias, una buena y otra mala.
A lo que responde Bush:
- La buena primero.
- La buena es que me voy a entregar.
- ¿Y la mala?.
- La mala es que voy en avión.
PARTO
Una madre estaba dando a luz, cuando sale el bebé. El médico, como siempre se suele hacer, le golpea el culete. El bebé no llora. Hace una segunda comprobación y nada. Le pega una trompada y el bebé no llora. El médico lo tira al suelo y lo cose a patadas, y el bebá nada.
La madre desesperada le grita al médico:
- ¡Qué haces hijo de puta!.
Y el médico descojonándose de la risa le dice:- Jajaja, ¡te lo creíste!. ¡NACIÓ MUERTO!.
- Cariño, ya sé que llevamos 15 años casados, pero quiero el divorcio.
El marido no dice nada pero acelera lentamente hasta 110 km/h. Entonces ella dice:
- No quiero que hablemos de arreglarlo ni nada parecido, porque estoy teniendo una aventura con tu mejor amigo... y es mucho mejor amante que tú.
De nuevo, el marido sigue en silencio mientras aprieta el volante con sus manos al tiempo que sigue acelerando. Ella dice:
- Quiero la casa.
El marido sube a 130 km/h. La mujer dice:
- También quiero los niños.
140 km/h. Ella dice:
- Quiero el coche, las cuentas bancarias y también todas las tarjetas de crédito.
El marido lentamente empieza a dirigirse contra el pilar de un puente que cruza por encima, cuando ella dice:
- ¿Hay algo que quieras tú?.
Y el marido dice:
- No, tengo todo lo que necesito aquí mismo.
Ella pregunta:
- ¿Y qué es?.
Justo antes de chocar contra el muro el marido contesta:
- ¡Tengo el airbag!.
NIÑA CIEGA
La mamá le dice a la niña ciega:
- Y si te vuelves a portar mal, te cambio los muebles de lugar.
ENFERMO
Un matrimonio va por la calle y se encuentran con un amigo que se dirige al marido:
- Hola, Paco. ¿Qué tal estás?
- Mal, Pedro, tengo un SIDA terrible. El médico me ha dado tres meses de vida.
El amigo se despide rápidamente y se va todo acongojado. La mujer le recrimina al marido:
- Pero, Paco. ¿Cómo le dices a la gente que tienes SIDA, si lo que tienes en realidad es cáncer de pulmón?
- Yo me voy a morir, pero contigo nadie se acuesta...
BUSH Y BIN LADEN
Estaba Bush en la Casa Blanca cuando suena el teléfono y habla Bin Laden:
- Tengo dos noticias, una buena y otra mala.
A lo que responde Bush:
- La buena primero.
- La buena es que me voy a entregar.
- ¿Y la mala?.
- La mala es que voy en avión.
PARTO
Una madre estaba dando a luz, cuando sale el bebé. El médico, como siempre se suele hacer, le golpea el culete. El bebé no llora. Hace una segunda comprobación y nada. Le pega una trompada y el bebé no llora. El médico lo tira al suelo y lo cose a patadas, y el bebá nada.
La madre desesperada le grita al médico:
- ¡Qué haces hijo de puta!.
Y el médico descojonándose de la risa le dice:- Jajaja, ¡te lo creíste!. ¡NACIÓ MUERTO!.
creepypastas de videojuegos 2 :Luna Pálida
En la última década y media se ha vuelto infinitamente más fácil obtener exactamente lo que se busca con sólo un par de tecleos. Internet ha simplificado demasiado el uso de un ordenador para cambiar la realidad. Un vergel de información está a sólo un motor de búsqueda de distancia, hasta el punto de que es difícil imaginar una vida diferente.
Sin embargo, hace una generación, cuando las palabras Streaming y Torrent no tenían sentido salvo en conversaciones sobre agua, la gente se veía cara a cara para formar grupos de intercambio de software, cambiando aplicaciones y juegos en diskettes de 5″1/4.
Por supuesto, la mayoría de encuentros eran un medio para que los individuos hicieran intercambios frugales entre ellos de juegos como King’s Quest o Maniac Mansion. Sin embargo, una serie de talentos nacientes de la programación diseñaron juegos para distribuirlos entre sus círculos de contactos, que a su vez los irían pasando hasta que, si era lo bastante divertido y estaba bien diseñado, un juego independiente acababa encontrando un lugar en las colecciones de aficionados de todo el país. Pensad en ello como el equivalente a los videos virales en los años 80.
Luna Pálida, por otra parte, nunca salió del área de la bahía de San Francisco. Todas las copias conocidas se han perdido hace tiempo, todos los ordenadores que lo ejecutaron se encuentran enterrados bajo capas de basura y poliestireno. Este hecho se atribuye a un número de abstrusas decisiones de diseño tomadas por su programador.
Luna Pálida era una aventura textual al estilo de Zork and the Lurking horror, en una época en la que este género estaba quedando pasado de moda. Una vez ejecutado el programa, el jugador se encontraba con una pantalla completamente vacía, con la excepción del texto:
- Estás en una habitación oscura. El brillo de la luna entra por la ventana.
- Hay ORO en la esquina, junto a una PALA y una CUERDA.
- Hay una PUERTA al ESTE.
- ¿Comandos?
Así empezaba el juego que el escritor de un fanzine perdido hace tiempo describía como “enigmático, sin sentido y completamente injugable” Los únicos comandos que el juego aceptaría eran COGER ORO, COGER PALA, COGER CUERDA y IR ESTE, y el jugador se encontraba después con lo siguiente:
- Cosecha tu recompensa
-LUNA PÁLIDA TE SONRÍE
- Estás en el bosque. Hay caminos al ESTE, NORTE y OESTE
- ¿Comandos?
Lo que enfureció rápidamente a los pocos que lo jugaron era la naturaleza confusa y llena de fallos de la segunda pantalla – sólo una de las direcciones era la correcta. Por ejemplo, en esta ocasión, un comando para ir a cualquier dirección que no fuera NORTE llevaría al bloqueo del sistema, obligando a reiniciar el ordenador entero.
Más allá, las pantallas subsiguientes parecían limitarse a repetir el texto, con la única diferencia de las direcciones disponibles. Peor aún, los comandos habituales de las aventuras textuales parecían ser inútiles. El único comando no relacionado con el movimiento aceptado era USAR ORO, lo que provocaba que el juego mostrara el siguiente mensaje:
- Aquí no.
USAR PALA, lo que mostraba:
- Ahora no.
Y USAR CUERDA, que escribía:
- Ya has usado eso.
La mayoría de los que lo jugaron superaban un par de pantallas antes de hartarse de reiniciar su ordenador y tiraban el disco por ahí, describiendo la experiencia como una farsa chapuceramente programada. Sin embargo, hay una verdad universal sobre los ordenadores, sin importar la época: Algunos de sus usuarios tienen demasiado tiempo libre en sus manos.
Un joven llamado Michael Nevins decidió ver si había más en Luna Pálida de lo que se veía a simpe vista. Cinco horas y treinta y tres pantallas superadas a base de ensayo y error y desenchufes después, finalmente consiguió llegar a una pantalla que mostraba un texto diferente:
- LUNA PÁLIDA SONRÍE AMPLIAMENTE
- No hay caminos
- LUNA PÁLIDA SONRÍE AMPLIAMENTE
- El suelo es blando
- LUNA PÁLIDA SONRÍE AMPLIAMENTE
- Aquí
- ¿Comandos?
Pasó otra hora hasta que Nevins dio con la combinación de comandos correcta que le permitió avanzar aún más; CAVAR HOYO, TIRAR ORO y LLENAR HOYO. Esto hizo que la pantalla mostrara:
—— 40.24248 ——
—— -121.4434 ——
Momento en el que el juego dejó de aceptar comandos, obligando a reiniciar el ordenador una vez más.
Después de mucha deliberación, Nevins llegó a la conclusión de que los números hacían referencia a líneas de latitud y longitud – las coordenadas llevaban a un punto en el bosque salvaje que dominaba el cercano Parque Volcánico Lassen. Ya que poseía mucho más tiempo libre que sentido común, Nevins estaba deseando ver a Luna Pálida por su final.
Al día siguiente, armado con un mapa, una brújula y una pala, navegó por los caminos del parque, observando impresionado que cada giro correspondía con los que había tomado en el juego. Pese a que al principio se arrepintió de cargar con la herramienta de cavar, la similitud del camino no hizo más que confirmar que su viaje terminaría con él cara a cara con el tesoro enterrado del excéntrico programador.
Sin aliento después de la complicada lucha con las coordenadas, se encontró agradablemente sorprendido dando tumbos por un camino de polvo suelto. Cavando tan emocionadamente como él lo hacía, sería comprensible decir que se sorprendió mucho cuando sus pesados golpes desenterraron la cabeza en avanzado estado de descomposición de una niña de cabello rubio.
Nevin informó rápidamente a las autoridades. La chica fue identificada como Karen Paulsen, de 11 años, cuya desaparición fue denunciada un año y medio atrás al Departamento de Policía de San Diego.
Se llevó a cabo una investigación para encontrar al programador de Luna Pálida, pero el área gris y anónima en la que los círculos de intercambio de software operaban llevó irremediablemente a multitud de caminos sin salida.
Se sabe que los coleccionistas han ofrecido verdaderas fortunas por una copia de Luna Pálida.
El resto del cuerpo de Karen nunca fue encontrado.
creepypastas de videojuegos:Gotta tell ‘em all!
Esto me sucedió la Navidad pasada:
Serían alrededor de las once de la noche; mis padres no estaban en casa y no volverían hasta el siguiente día, pues estaban de fiesta en casa de mis abuelos. En circunstancias normales habría ido, pero me encontraba enfermo.
Así que allí estaba yo, solo en casa con 38° y medio de temperatura, viendo televisión, cuando de repente el timbre suena. Fui a ver quién era; no esperaba ninguna visita y me constaba que mis padres no podían ser, pues el pueblo de mis abuelos está a hora y media de donde yo vivo, y me habían llamado para avisarme que ya habían llegado hacía tan sólo un cuarto de hora. Vi por la mirilla para ver quién era, pero no había nadie. Supuse que sería un bromista borracho, algo nada raro en Nochebuena… Abrí la puerta para gritarle, pero cuando salí me encontré con un paquete en el rellano. ¡Vaya!, parecía que Papá Noel se había adelantado este año. No sé quién habría sido, pero enaquel momento me pareció una persona bastante generosa.
Metí el paquete en mi casa y lo abrí. Dentro de él había un sobre en el que aparecía escrito: «Quédatelo, ya no lo quiero», y una copia de Pokémon Plata. Eso me pareció genial, pues tenía muy buenos recuerdos de aquel juego, y al mío se le había agotado la batería interna. Cogí mi viejo Gameboy Advance SP y comenzó mi viciada. Pero antes abrí el sobre para ver lo que había dentro. Había una nota con instrucciones a seguir. Aún el día de hoy la conservo junto con el juego, y dice así: «Hola, si estás leyendo esto es porque tienes mi juego, y ya que te lo he regalado, te pido por favor que lo continúes hasta el punto que te menciono en esta carta; luego puedes jugarlo libremente».
«Bueno, ya que me lo has regalado», pensé, «¿qué de menos puedo hacer por ti?». Seguí leyendo:
«1º No empieces una nueva partida, continúa la mía. Tengo capturados a los tres perros legendarios, y le he entregado la GSBALL a César, así que en cuanto vayas a hablar con él podrás capturar a Celebi. Tengo capturados 248 pokémon; aparte de Celebi, me faltan Lugia y Ho-oh, por favor captúralos y completa la Pokédex».
¡Joder! ¡Qué suerte! Me lo había servido en bandeja de plata. Lo cierto es que me hacía ilusión completar la Pokédex, así que me puse a ello. Continué el juego que ya había empezado su antiguo dueño y lo primero que hice fue revisar sus datos. El nombre del entrenador era SUSEJ —os contaré luego lo que significa, si no os habéis dado cuenta ya por vosotros mismos—. Mi equipo constaba de Houndoom, Lapras y Slowbro, a los niveles 66, 32 y 63, respectivamente, y un Sandshrew, un Abra y un Pidgey a niveles muy bajos, que seguramente los tenía para usar los MO. Tenía 16 medallas y el límite de dinero. Tiempo de juego 229:50, o por ahí, y el Pokégear marcaba poco más de las 11:50 p.m. del sábado, la misma hora y día de la semana que en las que estaba jugando. Luego de conocer mis datos, empecé a jugar. Primero capturé a Celebi, ya que nada más al empezar me encontraba en Pueblo Azalea, y era lo que me quedaba más cerca. Pensaba que sólo se podía capturar en la versión Cristal, pero bueno, hice todo el proceso: fui a hablar con César, recibí la GSBALL, luego fui al encinar, la deposité en el monumento al guardián del bosque y comenzó la batalla con Celebi. Me hizo mucha ilusión capturarlo, ya que sin un evento especial no se podía conseguir. Lo capturé después de un rato cuando me cansé de tirarle pokébolas normales y le lancé una Bola maestra —de tres que tenía—, y apareció el mensaje diciendo que había sido transferido al PC de Bill, a la caja de «Pandora». Supuse que sería una broma. Para quien no lo sepa, la caja de Pandora es un mito, creo que griego, que relata que, de ser abierta la caja, saldrían de ella demonios y cosas así, y la raza humana estaría condenada. Sin darle demasiada importancia, ya que el nombre de las cajas se podía cambiar, continué y capturé a los otros dos legendarios que me quedaban. Fue fácil, como ya dije antes, tenía las Bolas maestras necesarias. Una vez capturados todos los legendarios, y con ello completada la Pokédex, retomé las instrucciones que me dejó el antiguo dueño:
«2º Ahora que has capturado a todos los legendarios, crea el siguiente equipo: Mew, Celebi, Ho-oh, Lugia, Suicune y Moltres. Espera a que el Pokégear marque las 3 a.m. para realizar el siguiente paso».
Entonces era la una de la mañana en el juego, y como marcaba la misma hora que era en realidad, tuve que mantenerme despierto hasta las tres. No me importó, la pasaba bien jugando aquel juego. Fui a hablar con Oak, a ver qué me decía por la Pokédex, fui a Ciudad Azulona a reclamar el diploma que certificaba que había completado la Pokédex, derroté a Rojo, y eché un vistazo a las demás cajas. ¡El tipo había capturado incluso los cuatro MissingNo.!
Seguí haciendo tonterías así hasta que me percaté de que ya eran las 2:45 a.m. Entonces leí el siguiente paso:
«3º Cuando sean las 3 a.m., ve a las Ruinas Alfa, entra en la cámara principal y ve hasta la última estatua que hay siguiendo el pasillo hacia abajo. Enfrente de ella pon la Radio Unown, y habla con ella».
Así lo hice, cogí el Magnetotren y desde Ciudad Trigal fui andando hacia mi destino, pues tenía tiempo de sobra. Cuando por fin llegué eran las 2:58, así que estuve dos minutos esperando enfrente de la estatua, ya con la Radio Unown puesta. Ese ruido me ponía bastante nervioso.
Apenas el Pokégear marcó las 3 a.m., hablé con la estatua. Emitió el ruido de un pokémon, pero no me sonaba a ninguno que conociese, y empezaron a salir cuadros de texto: «Mew ya no está», seguido del grito de Mew. «Celebi ya no está», y su grito, y así sucesivamente hasta que nombraron a todos los pokémon de mi equipo. Al final salió otro cuadro de texto: «El sacrificio de tu Equipo ha permitido la liberación de El Rey Unown».
Luego de que cerré el cuadro de texto la pantalla se volvió negra por unos dos segundos, y después apareció la página del Rey Unown en la Pokédex, que decía algo así: «Esta feroz bestia puede dormir durante siglos, y cuando despierta mata lo que sea para alimentarse». No tenía ningún número, y su grito era el que había sonado antes. Era azul oscuro como los Unown, pero su forma sólo se parecía a ellos en la cabeza, en la que tenía tres cuernos, como si de una corona se tratase, y un solo ojo. A diferencia de los Unown, tenía cuerpo, patas y unos brazos que terminaban en pinzas, manchadas de rojo, imagino que simulando sangre.
creepypastas 4:Una muerte de ensueño
Muy poca gente va a aceptar esta verdad de buena gana, pero resulta que muchos de los logros médicos más importantes que disfrutamos hoy en día tienen como su piedra angular a varios de los abusos más aberrantes y oscuros de la historia humana. El doctor Josef Menguele, arropado bajo el poderosísimo manto nazi, no fue sino la punta de lanza en Auschwitz, o la patrulla 731 en Japón famosa por mutilar, brutalizar y destruir incontables vidas de chinos, rusos e incluso occidentales, que tuvieron la infinita desgracia de ser capturados durante la segunda guerra mundial.
Si estamos hablando de verdades odiosas también vale mencionar otras, y es que pocas veces se ven tantos progresos en tan poco tiempo como durante las guerras, pues obligan a las naciones a superarse por las malas.
Cuando Hitler fue derrotado, dos superpotencias se disputaban la supremacía del planeta Tierra. Esta historia es parte de las atrocidades que se cometieron bajo el secretismo de sus gobiernos, durante la década de los años cincuenta.
En un oscuro y profundo laboratorio de los Estados Unidos estaban estudiando la muerte humana en su sentido más llano, más simple y más puro. Sabían que los seres humanos mueren a diferentes edades y de distintas maneras, unos por enfermedades, otros por accidentes, otros por causas naturales. Querían saber, pues, cómo propiciar la muerte de una persona de la manera más indolora posible; es decir, durante sus sueños. Al menos hasta hace poco se consideraba que la persona que moría en sueños lo hacía de una manera diáfana y sin sentir absolutamente nada.
Este laboratorio logró conseguir a una multitud de personas que nadie extrañaría, todos mayores de 85 años, vagabundos, errantes; los bañaron, les dieron de comer, y simplemente los hicieron esperar, no curando del todo sus enfermedades pero procurando que estuvieran dormidos para cuando llegara el momento final. Era una época de grandes avances científicos y por primera vez podían ver la actividad cerebral de una persona en tiempo real, poniéndole chupones a los lados de la cabeza, conectados a largos cables que iban a computadoras.
Cuál fue su sorpresa al ver que cuando las primeras personas murieron, los encefalogramas de los durmientes tiraban picos en la impresora con la aguja muy altos, muy agresivos, lo que los llevó a concluir que sus cerebros no solamente tenían una actividad cerebral muy intensa, varias veces mayor que la de una persona despierta, sino que consideraron que tenían pesadillas. Se aterrorizaron después de que estas pesadillas no fueran una coincidencia entre dos personas: más tarde murió otra, y seguros de que estaba soñando en el momento de su muerte, una vez más registraron picos altísimos, comprendiendo que las personas que sueñan cuando mueren sufren de una manera terrible. Repitieron el procedimiento y resultó positivo para otras cuatro personas, hasta que finalmente tomaron la determinación de despertar a alguien que estuviera muriendo en sus sueños, a la vez que lo estabilizaban.
Prepararon a un equipo médico enorme y sin muchas esperanzas esperaron al día en que la persona seleccionada muriera. Se encontraba durmiendo por medio de químicos. Finalmente empezó, la impresora empezó a tirar picos altísimos de actividad cerebral, la pantalla estaba completamente roja con la imagen fantasmal del cerebro; el equipo médicos se volcó sobre el pobre anciano y le inyectaron varios compuestos para lograr revivirlo y despertarlo, pero fue completamente en vano, porque al transcurrir unos segundos desde que despertó, sufrió un paro cardíaco y quedó fulminado.
Uno de los científicos jamás va a poder olvidar lo que le susurró el anciano antes de morir, cosa que lo llevó a cancelar el proyecto para siempre y dejarlo dormido en un oscuro laboratorio a través de archivos incontables. El anciano le dijo, “Muérete antes de dormir”.
No se supo nunca qué vio.
creepypasstas 3:El ángel
Todo comenzó un lunes 16 de febrero, exactamente alrededor de las 5 p.m. Me llamo Javier, y para ese entonces tenía 11 años. Bueno, ese día estaba jugando a las escondidas con dos de mis mejores amigos, Jorge y Erick. Todo iba bien, nos divertíamos, comíamos lo que mamá nos había dejado preparado, descansábamos y volvíamos a jugar, hasta que de pronto se escuchó un golpe que hizo temblar el suelo durante unos segundos.
—¿Qué fue eso? —dije, aún inmóvil por lo sucedido, creyendo que fue un pequeño temblor y que tendría réplicas.
—Parece que un tractor pasó por la pista, eso debió de ser —dijo Jorge mientras cogía una galleta de las que estaban en la mesa.
—Eso vino de tu patio, Javier —me dijo Erick, que por la expresión de su rostro, noté que no podía comer por el miedo a una réplica.
—Iré a ver —dije, siendo lo más lógico, yo era el mayor de ellos, además, era mi casa.
Mientras me iba acercando al patio trasero de mi casa, una luz se iba haciendo cada vez más potente. Enseguida lo vi: era un ser sumamente brillante, de tez blanca, algo pálida. Estaba herido, tal vez por la caída; ¿cómo lo sabia? Bueno, lo supuse por la sustancia que se escurría por sus heridas, una sustancia gris que a mi parecer era sangre.
Este ser se estaba arrastrando a la par que hacía ruidos, gemidos como de queja, de dolor, y lo que era imposible no captar eran las dos enormes alas que tenía en la espalda, una de las cuales estaba totalmente cortada a la mitad.
¿Darme miedo? Cómo me iba a dar miedo un ser tan hermoso. Rápidamente corrí para auxiliarlo, pero el ángel habló:
—¡No me toques! —gritó, y se arrastró solo hasta mi sofá, en donde se echó cómodamente y descansó.
Llamé a mis amigos para que le trajeran comida y lo asistieran; esperé a que dijera algo, pero sólo bebía el agua y se mantenía callado, creo que ni siquiera me miraba a los ojos. Mis amigos estaban como yo, estupefactos. No me dijeron nada, pues sacaron sus propias conclusiones.
Salimos de la habitación para dejarlo descansar y nos dirigimos a la cocina. Seguíamos callados, hasta que Erick rompió el silencio.
—Es un ángel —dijo.
—Creo que eso es obvio, pero aun así, ¿un ángel? ¿Qué hace un ángel aquí? —se cuestionó Jorge, quien seguía comiéndose las galletas sin guardarnos ninguna.
—Seguro el ruido que escuchamos fue el sonido que hizo al caer de… arriba —dije, quitándole el plato de galletas a Jorge.
—¡Sólo una más! ¡La última! —me rogó.
En eso, vimos al ángel parado en la puerta de la cocina, mirándonos. Por un momento nos quedamos congelados, él nos miraba con una mirada penetrante, aunque en parte era muy relajante, el brillo de su cuerpo no se iba y podría decirse que era más brillante que dos potentes focos en una habitación oscura.
—¿Puedes darme un poco más de agua, por favor?
No titubeé, se la di enseguida mientras le jalaba un silla para que se sentara. Sus heridas todavía no se curaban, y no pude evitar notar un corte realmente grande que tenía en el pecho, un corte seguramente hecho por un cuchillo o por una espada. Hubo silencio una vez más, algo incómodo. Esta vez fue Jorge quien rompió el silencio.
—¿Te duele? —le dijo, señalándole el pecho.
El ángel sonrió antes de contestarle.
—Gracias a sus asistencias, ya no mucho. Sanará para mañana, lo sé…
—¿Qué fue lo que te pasó? No creo que estés por aquí de visita —hablé, explorando más su cuerpo lleno de heridas.
—Antes que nada, quería disculparme contigo, Javier —dijo el ángel. En ningún momento le mencioné mi nombre, pero él lo sabía—. Perdón por gritarte, pero nadie me debe tocar —dijo, con una expresión de arrepentimiento—. Lo único que les puedo decir es que no pueden tocarme, y espero que me hagan caso.
Nos manteníamos callados, habían muchas cosas que no entendíamos, pero seguíamos guardando silencio, escuchando lo que tenía que decir el ángel.
—Hubo una pelea en el Cielo, y pues… sufrí el ataque de un amigo mío, y caí —dijo, sobándose la herida—. No creí que fuera a hacerlo, pero lo hizo, nunca creí que usaría esa espada contra mí…
Por un momento parecía triste, hasta que nos miró y dijo:
—Pero fue lo mejor, estoy muy alegre ahora que todo ha terminado.
¿Todo ha terminado? ¿A qué se refería con eso?
—¿Cómo te llamas? —le pregunté.
—Franco —me respondió el ángel.
Entonces lo invitamos a jugar con nosotros. Nos divertimos mucho, el ángel era muy rápido, aunque debíamos tomar en cuenta el no poder tocarlo. Así seguimos por horas hasta que llegaron mis padres. Lo oculté en una de las habitaciones para invitados y eché a mis amigos.
—Volveremos mañana —dijo Erick mientras los despedía.
Luego de asegurarme de que mis padres estaban dormidos, fui a la habitación de Franco. Él estada sentado en la cama, cruzado de piernas.
—¿No duermes? —le pregunté.
—¿Para qué dormir? Mientras yo descanso, otros expanden sus conocimientos. —No entendí el significado de esas palabras, sólo me acerque a él y le hice una pregunta más.
—¿Cómo sabías mi nombre? Yo nunca lo mencioné delante tuyo.
—Ah eso… Verás, Javier, un ángel sabe muchas cosas que ustedes nunca sabrán, pero no todas las podemos revelar. Me pareció más fácil llamarte por tu nombre que preguntártelo.
Dicho eso, se acostó y me dijo:
—Mañana me iré, seguro que ya habré sanado.
Al día siguiente, mi padre fue temprano al trabajo y mi madre fue a sus clases de artes plásticas, dejándome a mí y a mi nuevo amigo Franco solos en casa. Jugamos. Desordenamos la casa, hicimos travesuras e incluso preparamos comida improvisada. La pasaba tan bien con él, que cada vez que veía pasar los minutos, me entristecía la idea de que se tendría que marchar. En eso, sonó mi teléfono. Era un amigo mío de la escuela, Mario, un chico que me golpeaba continuamente y le gustaba molestarme delante de todos. Hice un trato con él y le dije que le haría sus deberes si dejaba de meterse conmigo. Mario me llamó para recordarme que tenía que hacer sus tareas para el día de mañana.
Rayos. Me había divertido tanto con Franco que había olvidado hacer los deberes de Mario.
—Ese chico —habló Franco, mientras yo colgaba el teléfono— es realmente malo contigo.
—Sí, pero si no hago lo que dice me golpeará, y me duele mucho cuando lo hace, ¿sabes?
—No deberías soportar su trato —me dijo Franco, a la par que su mirada se tornaba algo extraña, parecía haber perdido el brillo que la caracterizaba.
—Tú eres un ángel, ¿puedes ayudarme? —le pedí, esperanzado de que siendo él un ser celestial, pudiera volver, de alguna manera, bueno a Mario.
—¡Claro que puedo hacerlo! ¿Tú quieres que él te deje de molestar, verdad? —me dijo emocionado, al parecer quería ayudar, o bueno, inocentemente eso creía yo.
—Si, es lo que más deseo ahora —le dije.
—Entonces lo mataré —dijo Franco. De inmediato, las heridas que aún tenía en su cuerpo empezaron a sanar—. Ahhh… lo necesitaba —dijo, marcando una sonrisa en su rostro.
—Lo has… ¿matado? —pregunté, sin entender lo que había pasado.
—Lo he matado, Javier, él nunca más te volverá a molestar —me dijo Franco desviando su mirada a la ventana, mirando fijamente al cielo—. Él era un niño malo, y eso es lo que le pasa a las personas que se portan mal.
Permanecí callado. No sabía qué decir, si agradecerle o salir corriendo. En eso, tocaron el timbre. Eran Erick y Jorge.
—Hola Franco —dijo Jorge evitando darle la mano.
—Hola chicos —respondió Franco mientras se dirigía a la cocina, dejándonos solos.
Aproveché ese momento para contarles lo que sucedió a mis amigos, pero ellos se mostraron insensibles.
—Se lo merecía —me dijo Erick, mientras que Jorge hasta parecía contento.
Pero yo sabia que eso no estaba bien, tal vez por ser el mayor es que comencé a entender las cosas. Dejé a mis amigos y me dirigí a la cocina.
—¿Quién te hizo esa herida? —le pregunté a Franco.
—¿Por qué me preguntas eso? —me respondió el misterioso ángel, quien había perdido totalmente el destello brillante de sus ojos.
—Quiero saberlo, creo que he sido bueno contigo por dejarte descansar en mi casa, y merezco saber algunas cosas de ti —le dije, sin desviar la mirada.
—Me la hizo un amigo mío, creo que te lo conté, fue una pelea.
—¿Y por qué se estaban peleando?
<p style="text-align: justify"Mi mirada penetraba más en él, quería saber lo que escondía, y quién era en realidad.
—Él no me hizo caso —me respondió—, prefirió seguirlo a Él.
—¿Quién es “Él”? —le dije aún más confundido que antes.
—Eres un niño muy curioso, Javier. Sigue así, la curiosidad es el camino indicado a la perfección.
—No has respondido a mi pregunta, Franco.
—No responderé a más preguntas, y no me llames Franco, que ése no es mi nombre —me dijo bruscamente. Entonces se dirigió al patio en donde lo encontré por primera vez—. Qué ingenuo fuiste —me dijo el ángel mientras miraba con desdén al cielo nublado—. No debiste ayudarme, pero sería muy maleducado si no agradezco tus servicios como debe ser.
En eso, el ángel hizo aparecer un encendedor de lo más extraño, y me lo dio.
—Toma. Cuando me necesites, enciéndelo, y mandaré a uno de los míos a que te asista.
¿”Míos”? ¿De qué estaba hablando?
Fue entonces cuando llegaron Erick y Jorge, y se dieron cuenta de que el ángel se iba a marchar.
—¡No te vayas! —le gritó Erick, corriendo para sujetarlo de la mano. Apenas le tocó la mano, la expresión que hizo Erick fue tan espantosa que se me viene a la mente cada vez que cierro los ojos. Erick se puso pálido, empezó a ahogarse para después agarrarse el corazón y desplomarse al suelo. Pareció haberle dado un infarto.
—¡HAY QUE AYUDARLO! —gritó Jorge asustado por lo que había pasado.
—¡Franco, tienes que hacer algo, eres un ángel! —le supliqué, con lágrimas en los ojos, sintiendo que mi cabeza iba a estallar por la presión.
—No puedo —dijo Franco—, les dije que no me tocaran, ahora tu amigo está muerto.
—¿Qué? ¿¡QUÉ CLASE DE ÁNGEL ERES!? ¡ERES UN ASESINO! —le grité. Tenía ganas de golpearlo pero sabía que si lo tocaba me pasaría lo mismo que le pasó a mi amigp. Franco se mostró indiferente y miró al cielo. Parecía que iba a despegar. Yo no podía dejarlo ir, no podía dejar ir al asesino de mi amigo. Lo único que se me ocurrió fue usar el encendedor que me había dado.
Ojalá nunca lo hubiera hecho.
Al apretar el encendedor, una llama de color negra salió de él para después tomar la forma de lo que parecía ser una bestia.
La piel de la bestia se veía tosca, era de color morado y tenía unos aros que rodeaban sus brazos, piernas y torso. Esa criatura tenía garras y cuernos tanto en su cabeza como en su espalda. Era aterradora.
—¿Luzbel? —dijo la bestia—. ¿Qué hace aquí, mi señor? —La bestia se dirigía a Franco, quien se quedó perplejo por un momento, moviendo su mirada de la bestia hacia mí.
—Mi querido Asmodeo, perdón por llamarte en vano, puedes volver a las cavernas —dijo él, dirigiéndose a la horrible bestia que había convocado.
En seguida la bestia le hizo una reverencia y se esfumó a través del mismo fuego negro que la trajo.
—La próxima vez que lo uses, procura que sea para algo importante —me dijo, guiñándome un ojo.
—Eres un demonio —le insulté, aún con lágrimas en los ojos, y rápidamente le lancé el encendedor a la cara.
Luzbel me miró con una expresión totalmente distinta, una expresión que reflejaba odio e impureza, una expresión que congeló mis sentidos, y me dijo:
—En 52 años nos volveremos a ver, pero esta vez en mi mundo.
Entonces se abrió el suelo y Luzbel descendió. El suelo se cerró apenas el ángel caído regresó a su morada y yo sólo miraba el cuerpo inerte de Erick en los brazos de Jorge.
Erick fue velado al día siguiente, dándole como diagnóstico un ataque al corazón. No fue eso. Yo y jorge lo sabíamos, no fue eso lo que había acabado con su vida, pero más que el hecho mismo de haber ayudado a Luzbel al aceptarlo en mi morada, me carcomía el pensamiento de que ahora mi amigo Erick estaba junto a él
creepypastas 2:Invasión de terror
Pablo subió tranquilamente a la camioneta, ignorando que el conductor tenía malas intenciones. Lo conocía del pueblo, aunque nuca había intercambiado con él más que algún saludo.
El ómnibus que iba hasta el pueblo no había pasado. Pablo había esperado al lado del camino desde el atardecer y ya se elevaba la luna por el horizonte cuando la camioneta se detuvo frente a él. El conductor se llamaba Anselmo. Al abrir la puerta sonrió extrañamente, con cierto aire de desprecio; Pablo no lo notó.
—Menos mal que pasó —dijo Pablo—, si no tenía que seguir a pie, y deben de ser como treinta kilómetros desde aquí, ¿no?
—Por ahí sí —dijo Anselmo, con aquella sonrisa fija en el rostro. El camino era de tierra y cruzaba por campos solitarios y bosques profundos. El vehículo, precedido por dos largos haces de luz que se fundían en uno, bajaba y subía por el camino desparejo, doblaba hacia un lado, más adelante hacia el otro, perturbando momentáneamente con su luz amarilla el gris que desparramaba la luna sobre todas las cosas.
Atravesaban las sombras de un bosque que llegaba hasta la orilla del camino y que formaba una especie de túnel al juntar sus ramas allá arriba, cuando Anselmo detuvo la camioneta, y buscando en su cintura encontró la culata de un revólver; acto seguido apuntó a Pablo.
—¿Qué pasó? —preguntó Pablo.
—Lo que pasó es que me enteré de que andas queriendo conquistar a mi esposa —le respondió Anselmo, apuntándole con el revolver a la altura de la cabeza.
—¿Qué? Estás mal informado, o te equivocas de hombre… yo no tengo nada que ver con tu esposa, es más, ni me saluda, nunca hablé con ella. Te lo juro por mi madre.
Anselmo dudó, los celos lo volvían un ser irracional; pero sabía que su fuente no era muy confiable, y Pablo parecía sincero. Dejó de apuntarle y le dijo que se bajara. Apenas pisó el camino la camioneta arrancó, alejándose con su luz y perdiéndose enseguida tras una curva.
Pablo no podía creer lo que acababa de suceder. Pateó una piedra y se desahogó: «¡Maldito loco de mierda!».
Respiró hondo unas veces y pensó en todo el camino que le faltaba. Ahora tenía que seguir a pie, y tal vez con suerte algún vehículo lo arrimaría hasta su hogar. Unos días atrás se le había roto el celular, se acordó al tantear el bolsillo.
La noche se iba poniendo más fría. Se subió el cuello del abrigo, colocó sus manos en los bolsillos de éste y comenzó a andar a paso firme. Mirando de reojo a los inmensos árboles que se alzaban a metros de él, pensó que todo un ejército podría ocultarse allí, detrás de los troncos, y mientras pensaba en eso, creyó vislumbrar algo como una cabeza, un bulto arredondeado asomando tras un tronco. El bulto se separó del árbol y comenzó a moverse de forma irregular.
El sonido que produjo el bulto al desplazarse hizo que Pablo se diera cuenta de que estaba viendo algo que se movía en el suelo del bosque. La poca luz del lugar le había hecho percibir mal la distancia, y creer por un instante que aquello estaba junto al tronco, y no varios metros atrás, en un terreno que se iba elevando. Ante esta revelación, se dio cuenta de que estaba viendo a una liebre. Sonrió y siguió su camino, al igual que la liebre, la cual se alejó caminando entre los árboles, levantando la parte de atrás con cada paso.
Llegó a una parte donde el bosque estaba un poco más alejado del camino y vio la redondez de la luna desplazándose entre nubarrones blancos. De repente un resplandor azul iluminó todo, como lo hace un relámpago, y por un tiempo igual de breve. Pablo dejó de caminar y miró en derredor, y después levantó los ojos hacia el cielo. «Qué diablos fue eso», pensó. Pero tras girar hacia todos lados inútilmente, siguió su camino, volteando cada tanto y echando miradas a su entorno.
Al salir a un lugar abierto se sintió mucho más aliviado. El bosque quedó atrás, y ahora el camino estaba rodeado de campos bien iluminados por la luna. Al alcanzar la cima de una loma del camino, vio que más adelante, en la bajada, había un vehículo volcado con las ruedas hacia arriba. Se acercó un poco más y se detuvo al reconocer el vehículo, era la camioneta de Anselmo.
No quería cruzarse con aquel tipo de nuevo, pero al pensar que tal vez estaba herido y necesitaba ayuda, fue hasta la camioneta siniestrada y se inclinó para ver su interior.
El conductor no estaba y el parabrisas tenía un gran hueco. Miró hacia adelante y lo vio. Anselmo había salido despedido, y ahora estaba sobre un charco oscuro, boca arriba, con la cara bañada en sangre y los ojos bien abiertos.
Pablo se agachó y estiró su brazo hasta el cuello de Anselmo; estaba muerto. Se apartó del cadáver y miró hacia un extremo del camino y luego hacia el otro, con la esperanza de ver la luz de un vehículo, pero nadie circulaba por allí en ese momento.
Se le ocurrió que tal vez en la camioneta había un celular. Una de las ventanillas de la cabina estaba abierta. Se arrastró adentro del vehículo y revisó la guantera. Tanteó algo que no era un celular, era el revolver, Anselmo lo había puesto allí después de amenazarlo. Siguió buscando pero sin suerte.
Apenas salió volteó hacia el cadáver. Era muy probable que tuviera un celular en su abrigo, pero tras considerarlo brevemente resolvió no revisar al muerto.
De pronto el paisaje quedó rojo, una luz de ese color lo iluminaba todo. Pablo se restregó los ojos y giró la cabeza en todas direcciones. Las nubes y la luna estaban rojizas, el campo era un escenario pesadillesco y el camino parecía una cinta carmesí desplegada sobre él.
Tras unos segundos la noche volvió a la normalidad. Pablo asoció aquel fenómeno al relámpago azul que había ocurrido antes, mas no se explicaba qué podía generar tan extrañas luces, qué energía tan poderosa podría producirlas.
En su confusión pensaba en mil cosas, cuando por el rabillo del ojo vio que algo se movía, y al volver la cabeza vio que Anselmo se iba irguiendo hasta quedar sentado. Lo vio mover la cabeza como buscando algo y fijó sus ojos en él, entonces lanzó un grito espantoso y la sangre brotó de su boca y corrió espesa por su mentón. Con unos movimientos frenéticos se puso de pie y se tambaleó un poco, luego se abalanzó hacia Pablo, quien recién ahí reaccionó y se echó a correr, mas lo hizo en dirección contraria a su destino.
Anselmo corría tras él lanzando gruñidos. Al darse cuenta de su error, Pablo se detuvo y esperó a su perseguidor, esquivándolo después con un rodeo, y ahí corrió con todas su fuerzas. Alcanzó la camioneta y se metió por la ventanilla. Tomó el revólver de la guantera y apenas salió Anselmo lo alcanzó. Desde el suelo le apuntó a la cabeza, Anselmo se inclinó hacia él con la boca abierta, lanzando una especie de rugido furioso. Retumbó un disparo y Anselmo cayó con un agujero en la cabeza. Pablo se levantó y se alejó corriendo, con el revolver en la mano.
Se detuvo cuando ya no tenía aliento. Se inclinó hacia adelante y apoyó las manos en las rodillas, tosió un poco y volteó hacia donde venía; la camioneta y su dueño habían quedado muy atrás.
Seguía recuperando el aliento, cuando súbitamente el paisaje se fue oscureciendo, como si una gran sombra avanzara por el cielo. Miró hacia arriba y lo que vio lo aterró completamente. Miles de naves volaban en formación por el cielo. No eran aviones, no emitían sonido alguno, sólo avanzaban ordenadamente. Tenían forma oval y eran oscuras. Pablo tembló de terror ante semejante espectáculo, se estremeció de pies a cabeza, y la formación interminable de naves seguía pasando sobre él, y pronto abarcaron todo el cielo y se movían silenciosas. Todo indicaba que no eran algo de este mundo, de este planeta.
Pasados unos minutos horrendos la formación se fue alejando y ensombreció otra parte del campo, avanzando hacia el horizonte. Pablo siguió caminando, aunque de tanto temblar las piernas apenas le respondían.
Divisó por fin los perfiles del pueblo. No brillaba ni una luz allí, todo estaba oscuro. Al ingresar a la calle principal, vio que en las veredas y en las entradas de las viviendas había gente mirando hacia arriba y murmurando. Las mujeres abrazaban a sus esposos y algunos niños se prendían de las piernas de sus madres, mirando para arriba también.
La luz roja había despertado a muchos, y al salir de sus hogares buscando la causa, vieron las naves extraterrestres.
Alguien reconoció a Pablo y se le arrimó a preguntarle:
—¿Viste los platillos voladores?
—Sí, cómo no verlos, ocuparon todo el cielo.
—¿Y en la cuidad también se cortó la luz? Aquí no funciona ningún aparato electrónico, ni los autos funcionan.
—Cuando pasé por la ciudad había luz, pero eso fue de tarde, me vine a pie casi todo el camino.
—Será que nos están invadiendo… que van a destruir la Tierra.
—No sé. Ahora me voy para mi casa.
—Sí, ve, ve, que tus padres deben estar preocupados.
Pablo tomó la calle de su casa. Sus padres y su hermano menor estaban afuera, escudriñando el cielo. Al verlo su madre corrió hacia él con los brazos abiertos.
—¡Estábamos tan preocupados! —exclamó al abrazarlo.
Entraron y Pablo se dejó caer en el sofá, su hermano fue a traerle agua.
—No puedo creer lo que está pasando —comenzó a decir su padre—. Bueno, sí lo creo pero es algo que nunca pensé que sucedería… ¡Extraterrestres! Porque eso tiene que ser, aquellas naves y esas luces que se vieron, debieron de ser de un rayo o algo así.
Pablo terminó de beber el agua, su hermano se había sentado a su lado, sus padres estaban frente a él, en otro sofá.
—¿La electricidad se cortó después de que se vio la luz azul? —preguntó Pablo.
—Sí, estábamos mirando la tele. ¿Crees que fue eso lo que produjo el apagón? —le preguntó su hermano.
—Sí, pero lo que me preocupa más es la luz roja, porque enseguida de la luz pasó algo increíble, y tiene que ser por la luz, no hay otra explicación.
Su familia lo escuchaba atentamente, y en ese instante, desde la calle, llegó un grito espantoso. Él, su padre y su hermano salieron.
Por la calle avanzaban unas figuras decrépitas, un pequeño grupo de zombis, salidos del cementerio del pueblo. Algunas personas corrían en dirección contraria lanzando gritos.
—¡Los extraterrestres! —dijo el hermano de Pablo.
—No, son muertos reanimados por la luz roja —dijo entonces Pablo, y de la cintura sacó el revólver con el que liquidara al zombi de Anselmo, y continuó diciendo—: ¡Traigan las escopetas, y las municiones! ¡Hay que defenderse!
Su padre entró corriendo a la casa, seguido por su hijo; en la casa había tres escopetas pues eran aficionados a la caza. Pablo comenzó a dispararles a los zombis, unos instantes después se le unieron su padre y su hermano.
—¡Hay que darles en la cabeza! —gritó Pablo.
Todas las ciudades, en todo el mundo, estaban en igual situación, sin energía eléctrica y con zombis caminando por las calles, el caos y la confusión reinaban en el planeta.
creepypastas:Interferencia
Permítanme comenzar diciendo que ésta es una historia real de mi infancia, y si visitan la gran biblioteca en el centro de la ciudad de Nottingham, y echan un vistazo a los registros de periódicos, encontrarán información acerca de los eventos que aquí se detallan.
Esta historia tuvo lugar hace unos 15 o 16 años. Sólo tenía siete años de edad en ese entonces, y mi primo Dale nueve. Él se había quedado conmigo mientras su madre estaba de viaje asistiendo a un familiar enfermo. Como era hijo único yo no tenía muchos juguetes, y mi Sega Genesis estaba averiado, así que no teníamos mucho que hacer que fuera entretenido.
Nuestra rutina consistía en ver dibujos animados en nuestra televisión por cable, seguido de Dale contándome historias de terror cuando se hacía de noche. Mi madre, queriendo que hiciéramos algo más activo, decidió comprar un par de walkie-talkies para que jugáramos con ellos. Nos lo pasamos muy bien jugando a ocultarnos en el bosque mientras que uno trataba de encontrar al otro mediante el walkie-talkie. Como estábamos pequeños, sin embargo, no nos daban permiso de estar fuera hasta muy tarde, así que teníamos que regresar a las 6 p.m. Al llegar cenábamos y guardábamos los juguetes, excepto por los walkie-talkies.
Dale dormía en la habitación para huéspedes y yo tenía mi propia habitación, por lo que la idea era hablar por los walkie-talkies hasta quedarnos dormidos. Fue entonces cuando lo escuchamos, alrededor de las once de la noche. Habíamos estado contándonos historias de terror por horas. De repente, mientras Dale me contaba la historia de un monstruo que supuestamente rondaba el mismo bosque en el que habíamos estado jugando, su voz se cortó, y fue sustituida por el sonido de estática que los walkie-talkies usualmente producen cuando la persona que está transmitiendo suelta el botón que se utiliza para hablar. Esperé unos segundos a que Dale reanudara su historia, cuando oí un débil murmullo procedente del pequeño altavoz. «Qué raro», pensé. El altavoz seguía emitiendo estática, pero definitivamente podía escuchar algún tipo de movimiento y una voz.
Luego se pudo oír un llanto entre la estática. Esto era muy escalofriante para mí, así que me bajé de la cama y corrí al cuarto de Dale. Él estaba sentado en la cama, escuchando a su walkie-talkie también. El llanto se hizo más fuerte. «¿Qué es eso?», me preguntó Dale. «Pensé que me estabas jugando una broma». Cuando le dije que no era así, su rostro se puso pálido. Apagó el suyo. El sonido aún era emitido por el walkie-talkie que sostenía en mi mano, por lo que era imposible que mi walkie-talkie estuviera recibiendo el sonido del suyo. «Esto da miedo», dijo Dale. El llanto y los murmullos entre la estática parecieron escucharse más claramente. Apagué el mío también y regresé a mi habitación.
Ideas de todo tipo se me cruzaron por la cabeza. ¿Tal vez estábamos recibiendo sonidos del más allá? ¿Tal vez mi walkie-talkie simplemente se había averiado y produjo sonidos extraños que parecían llantos y murmullos? Traté de no pensar en ello y me fui a dormir.
Fui despertado al día siguiente por un estallido que parecía provenir de la planta baja. Bajé rápido por las escaleras, encontrándome con mi madre y Dale mirando por la ventana de la sala a la casa de la vecina. Una gran camioneta de policía estaba estacionada afuera y nuestra vecina, Jessie, era escoltada por varios oficiales. Iba gritando insultos e incluso trató de escapar en un momento, antes de ser esposada e introducida en la parte trasera de la camioneta. Estábamos impactados por lo que habíamos visto, y en general confundidos. Jessie era nuestra nueva vecina, quien recientemente se había mudado a la casa de a la par con su bebé, luego de que nuestro antiguo vecino muriera por la edad. Había sido muy reservada, y hasta donde sabíamos era muy tranquila, no parecía ser el tipo de persona que sería arrestada por algún motivo.
No fue hasta el día siguiente cuando leímos el periódico que nos enteramos de lo que había pasado. Jessie había asesinado a su bebé luego de que supuestamente fuera víctima de las horribles apariciones de un anciano que la había estado atormentado por semanas, y finalmente había perdido la razón. Sin embargo, ésta no fue la parte inquietante. La parte inquietante fue el hecho de que el monitor de bebés que se encontraba en la sala donde ocurrió el asesinato estuvo encendido.
Mi primo y yo lo escuchamos todo.
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